para tí mi bloger amig@
Acabo de salir
en vivo, en toda la Amazonía. En teoría. Una emisora independiente, que
no se arrima a ninguna línea política, pero que se considera respetuosa
de los estándares que ha acordado la cámara de periodistas
iberoamericana.
“Nosotros intentamos
– en la medida de nuestras posibilidades – informar de manea objetiva”
me dice el moderador, un momento antes que me toque salir al aire. El
asistente de grabación, que funge al mismo tiempo de camarógrafo me
muestra como ajustarme el micrófono. Yo, recién salido de la ducha y ya
nuevamente empapado en sudor, en mi nuevo polo que anuncia
“Iquitos-Perú”, adquirido justamente ayer en el Malecón de Iquitos,
valga la redundancia. El moderador me mira, profesional y amable. Sus
ojos pasan por la pantalla de la laptop, donde encuentra la información
que necesita, que ya ha sido preparada y redactada. Habla libremente,
con mucha seguridad.
También las
preguntas que me hace, parecen salirle sin mayor esfuerzo. Solamente la
mención del Instituto Goethe le hace dudar. Este es el que me ha
invitado, junto con el Instituto Nacional de Cultura, como me hacen
saber. Y es que para quién estudió filosofía en Roma con un decano de
origen alemán - ¿un tal Huber? – no es tan sencillo decidir si conviene
pronunciar el nombre de la manera correcta o de manera que lo entiendan
sus oyentes. Él es de la selva, de la San Marcos, ha estado en Lima, en
Colombia y en Italia. Ahora está de nuevo en Iquitos. ¿Qué pienso de
Iquitos? es su primera pregunta, o más bien la primera que escucho,
porque inmediatamente brota de mi: “Iquitos sobrepasa de largo todos mis
sentidos”. Es de todo demasiado. Exuberante. Los olores, los sabores,
los sentidos son más intensivos que en cualquier otra parte, los colores
aparecen más fuertes, nunca en mi vida había sudado tanto, nunca he
olido, saborizado, mirado tanto. El sol o te enceguece o dibuja, cuando
ilumina las nubes, formas maravillosas en el cielo.
Imágenes de Caspar
David Friedrich, digo, quizá lo conozcas, el romántico, el retratista de
los fiordos y costas nórdicas… El moderador asienta y me dice que
rápido he resumido lo esencial de Iquitos. Yo me resisto, no, no tengo
palabras para asirlo, no existen palabras capaces de hacerlo. Él lo
afirma, es que hay que venir para acá, para entenderlo. Le cuento del
proyecto. Tomarle el pulso a la Independencia. La importancia de los
bosques. Había visto un cartel, que me mostró Victor, el joven
estudiante, que me guiaba por la ciudad. En una calle, en la berma
central, habían alguna vez hermosos árboles de pie, pero hace poco el
alcalde mando una batallón de taladores. Ahora solamente se ven palmeras
jóvenes recién plantadas. Pasarán años, para que retorne el microclima
que regalaban las viejas copas de árboles. Y eso incluso está por verse.
El alcalde
fundamentó su decisión como un acto de modernización urbana. Un
ciudadano protesta por eso con una pancarta – Gracias Sr. Alcalde por su
contribución a la catástrofe climática! Eso resume de manera irónica lo
que sucede acá, dice el moderador. Mucha gente piensa siempre que
modernización es convertir todo en asfalto, sin considerar las áreas
verdes. Si, le digo, yo tenía otra imagen de Iquitos antes de venir.
Reconozco haberme alimentado de las películas de Herzog, de Kinski y
Fitzcarraldo, claro el barón del caucho, que quiso en el medio del
Amazonas construir una ópera. Este verde devorador de todo. Sí, dice el
moderador, y aquí tenemos candidatos políticos que prometen kilómetros
de pistas asfaltadas. Bueno, ambas cosas son necesarias, comento
intentando aquietar las aguas. Pero unos parques más no le harían daño a
nadie y alamedas, alamedas, me entusiasmo contando de Berlín y sus
alamedas, sus canales y espejos de agua, el Landwehrkanal, y pienso en
mis vecinos que defienden a los árboles, estando tan lejos me doy cuenta
que su obsesión de pequeño burgués repentinamente ya no me parece tan
huachafa, allá en Berlín solía pensar que ellos deberían preocuparse más
bien por el estado de los patios escolares y los problemas de exclusión
de los inmigrantes, en vez de andar con este problema de lujo…Hoy el
moderador en el bloque de noticias, antes de mi turno, informaba que era
el día en el que los indígenas pasaban al contraataque, con tambores
caminan por las calles y se enfrentan al estado de emergencia, declarado
desde Lima. El viernes pasado incluso se sumaron los políticos locales y
llamaron a una marcha solidaria, y los obispos de la región han tomado
posición al lado de los indígenas. Es por los derechos humanos, dice el
moderador. Aquí como en el Paraguay con la soja, la ecología y los
asuntos del hombre están entretejidos. Se trata de nuevas leyes
-¿creadas en el marco del tratado de libre comercio con los Estados
Unidos? – que pueden tener como consecuencias la deflorestación de
grandes extensiones de bosques para grandes plantaciones. Tierras que
hasta ahora habían pertenecido a los indígenas, bosques que evitan, que
se destruya el medio ambiente que rodea Iquitos. Todos deberíamos haber
actuado, dice el moderador, pero ahora algunas autoridades políticas se
apropian de la protesta, cuando deberían ser todos los ciudadanos, que
se resisten a ser usados por políticos que persiguen sus propios
intereses. Más tarde yo digo algo sobre la independencia, y que este
tipo de resistencia, como lo vivo en Iquitos, sirve para entender que es
lo que mueve a los seres humanos, donde están los problemas, porque
ciertas cosas aun no encuentran arreglo. El estudiante me hablaba en el
mediodía de las compañías nacionales y multinacionales que desean
obtener cada vez más concesiones, carta libre para una aún mayor
explotación de los recursos naturales. La mayoría de la gente acá es muy
pobre, me decía, y eso que el Amazonas tiene tanto que ofrecer, tantas
riquezas, tantos tesoros. Paseamos por el malecón y me muestra las
casonas de los barones del caucho, decorados con azulejos, importados
desde Lisboa – Iquitos siempre estuvo más cerca del imperio lusitano
que Perú – antes que se inventaran los aviones, solamente se podía
llegar a través de un difícil viaje fluvial río arriba y luego por un
camino andino precario que llevaba a la capital. Para el otro lado, río
abajo, se llegaba hasta el Atlántico. El estudiante me muestra la casa
de Eiffel, la Casa de Chapa. Una edificación toda de hierro, que se le
ocurrió a Eiffel, y que un boliviano totalmente demente compró para
llevarlo a su tierra. De algún modo recaló y se quedó enganchada en
Iquitos, después del cansador trayecto fluvial no quedaron fuerzas para
llegar hasta Bolivia. Las historias se repiten. El hombre fracasa una y
otra vez cuando enfrenta a la naturaleza indómita. La carretera a Nauta,
la única pista, que entra desde Iquitos al Amazonas, termina siendo una
y otra vez intransitable, a causa de las lluvias torrenciales. En los
periódicos locales las autoridades anuncian una vez más el inicio de
programas de saneamiento, llenar los huecos con arena y diques para
desviar las aguas. La naturaleza se toma lo que le pertenece y le
quitaron con tanto esfuerzo. Aun. Porque, cómo crece el río. Así de alto
ya no llegaba hace tiempo, dice Jorge, nuestro guía, el día anterior,
durante la vuelta en bote por Belén, el barrio que vive sobre el río.
Antes construían casas-bote de un solo piso, hoy son construcciones
sobre pilotes, de dos pisos. Cuando sube el agua, las partes bajas de la
casa son inhabitables y la vida huye al piso superior. Cuando las aguas
retroceden, aparece la cancha de futbol, dice Jorge y me muestra una
laguna que se ha formado entre las casas, entre la calle principal de
Belén, la calle Nueva Venecia, que es una vía acuática. Allí tiene lugar
el mercado más grande para plátanos. En Belén se comercia y se negocia,
como ya no se hace en la mayoría de los otros mercados de Iquitos.
Informal y en gran parte aun ilegal. La gente tiene que pagar poco por
energía eléctrica, dice Jorge, y además están exonerados de impuestos.
No todos son pobres. El estudiante dice, allí es donde encuentras
marginalidad. Jorge se ha casado con una mujer de Belén, unos años
vivieron allí, ahora se han mudado y Jorge se ha comprado una mototaxi a
crédito que la está pagando poco a poco. Para la guía por la ciudad
cobra 10 Soles, los dos muchachos que nos remaron en una piragua (a
veces prendían el motor), por Belén cobraban algo más, 15 Soles. El
muchacho que me quiere quemar la grabación de una entrevista en
televisión me hace entender que desea 20 soles como propina. En la
revista mensual inglesa de Iquitos se puede leer que por mucho tiempo la
mejor cerveza era Pilsen, pero que luego se comenzó a producir
localmente, y que ahora la Iquiteña es la mejor cerveza. Sorprendente
para una cerveza tropical. Al parecer siguen la ley de pureza como
existe en Alemania, que no permite que se adicione nada más. El
periodista inglés escribe: “Como el agua utilizada es tan pura, se puede
– a diferencia de otros casos en la región – dejar de lado la inclusión
de conservantes. El estudiante me pregunta si yo soy un Blogger, yo le
digo que no lo soy. Devuelvo la pregunta. El dice que sí, que hace un
par de meses tiene su propio blog. Él escribe sobre todo lo que le
mueve. Él es una persona muy entusiasta. Él se involucra en la defensa
de los bosques, él está en una liga. Estudia Turismo y tiene muchos
compañeros que vienen de comunidades indígenas, fuera de Iquitos. Él
mismo es de Iquitos, pero sus tatarabuelos vinieron del Brasil,
seguramente de una comunidad indígena, no lo sabe bien, la otra mitad de
la familia viene de España.
Un ser simpático y
abierto – me parece mucho mayor de lo que es, cuando habla de política,
de los problemas de la ciudad, de la lucha de los indígenas por una
mejor calidad de vida, de la pobreza, la falta de perspectivas, de la
historia, sobre todo eso el blogea también – una vez por semana, más no
se puede, no tiene tanto tiempo y tampoco una computadora propia, mi
familia es muy pobre, pero él es un fanático del Internet me confiesa
con una sonrisa cómplice. Algunas veces también escribe sobre el amor,
dice, si pues, aun soy un adolescente, ese es un tema que me ocupa
mucho, y estoy viviendo muchas cosas por primera vez también… Justamente
en ese momento pasamos por un entrada de dudosa condición, muchachas
exageradamente arregladas están paradas al filo de la calle. Fox Bar se
lee sobre una fachada marrón, le pregunto si es que hay mucha
prostitución por acá al estudiante. Sí, reconoce, pero de eso no sabe
mucho. Solo sabe que acá en Belén, justamente sobre las casas-barco y
también sobre los botes se encuentran burdeles. Ojalá que a nadie le de
un mareo a la hora del sexo, digo y ambos reímos… Me acuerdo que en
nuestro recorrido por la ciudad flotante, Jorge hacia a veces extraños
signos con sus dedos, algunas veces me señalaba y hacia una mueca de
extrañeza. En los muelles se desperezaban jóvenes extrañamente
asexuados, me miraban fijamente y chillaban en una lengua de pájaros. Me
doy cuenta, deben haber sido chongos (fletes les dicen creo). Aun niños
que se ofrecen por dinero a los turistas de occidente. También hay
muchos bares en Belén en los que resuena desde la tarde la cumbia y el
reggaeton, chupodromos dice el estudiante. Toda la vida en el agua:
comercio, trabajo, ocio, una iglesia flotante, una escuela al garete. A
diferencia de Venecia con sus calles y puentes, acá cuando suben las
aguas uno solamente se puede movilizar con bote. Antes todos remaban,
ahora tienen motores fuera de borda. Paralelo a todo esto, Iquitos ha
sido asaltada por una plaga más, las mototaxis, que traquetean y
explotan por donde van, sin respetar reglas de ningún tipo y capturando
la ciudad a salto de mata. He visto cada día por lo menos dos
accidentes. Los mototaxistas, me dice el estudiante, sacan el
silenciador del escape, ellos creen que a más bulla, más potencia. No me
gusta que como en Lima los taxistas le toquen con harto escándalo la
bocina para hacer nota que se encuentran a disposición de uno. ¿Pero
quién desea subir, si de arranque los asustan a uno de esa manera?
Todas las fotos que
ilustran esta edición de SALAGRUMO pertenecen a Timo Berger y fueron
realizadas en el marco del Proyecto del Bicentenario realizados por los
Institutos Goethe de América Latina.
Traducción de la crónica: Martin León
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