sábado, 7 de marzo de 2009

Nativa dueño de mi corazón

Recuerdo el cariño de la nativa dueña de mi corazón; la conocí cuando mis aventuras iniciaban en algún lugar de la inmensa Amazonía; ella era blanca como la yuca o tal vez negra como el hungurahui. La ternura y frescura de sus labios, la inocencia de su mirada y las añoranzas compartidas. Son cosas que me cautivaron hasta llegar a ser siervo de ella. En noches bajo la luna a orillas del río amazonas; nosotros los amantes nos encontrábamos llenos de calor selvático y con ansias de descubrirnos. Pero sucedió lo que tenía que suceder. Estábamos como “dios” nos trajo al mundo. La arena, el río, el cielo repleto de estrellas, el croar de las ranas, el grito de los grillos y el cantar de aves y animales nocturnos incitaban a que nuestros cuerpos se mantengan unidos y llenos de pasión y erotismo, era nuestro primer y último encuentro en aquella playa. Después de aquel momento apasionado y de nuestra cansada velada de aquella noche; cuando el alba comenzaba a rayar observábamos brotar del suelo lindas tortugas. Aquí las llamamos charapas, esos son los quelonios amazónicos. Ella me decía; mira es la charapa de nuestro amor. Tomando una tortuga en su mano y entregándome. Yo en ese momento quedé sorprendido por la ocurrencia de mi sirena. Le respondí. Así es, nuestro amor es como esta charapa. Es tierna, frágil y paciente; aunque a veces es como el río amazonas. Inmensa, aunque arrastre malezas, siempre sabe sobresalir para encontrarse con el mar de vida y satisfacción.

Era vago mi pensar; no supe valorar el amor tierno de mi nativa. Ahora le estoy buscando y no la encuentro por doquier. He ido a sitios donde nosotros los jóvenes solemos acudir, pero no le he encontrado. Paso las noches pensando en mi sirena ¿qué es lo que pasó? y ¿donde fue nuestra charapa del amor? Por errores que cometemos en la vida descuidamos lo que realmente nos es indispensable. Estuve un viernes en una disco muy famosa de mi cuidad. Cuando vi que al lugar había acudido una chica muy simpática. Claro, yo no podía soportar la tentación de mirarla como también esos lobos nocturnos que con sus miradas ya la habían desnudado y comido su tal vez suave y tierna piel, ella estaba vestida de una blusa escotada de color azul y una mini falda roja y bailaba super chevere. Me acerqué a ella y bailamos dos pistas. Luego salimos de la fiesta. Me olvidé por completo de mi amor ¡cómo es posible que me haya olvidado de mi sirena?, ella también estuvo en la disco.

Al día siguiente desperté en una hamaca con alguien desconocido era una mujer, chica bonita, luego ella desapareció en el río. Vi como ésta se minoraba entre el río mar transfigurándose como un gran pez. Me asusté tanto que corrí despavorido hasta llegar a Belén; donde las lindas señoras ofrecían sus pescados frescos y preparados también, envueltas en hojas o simplemente asadas a la parilla a carbón, y ricas frutas de la zona; no todas las tías tenían el cuerpo esbelto, algunas un poco voluminosas pero con gracia amazónica (no recuerdo mucho lo que sucedió después que salí de la disco con esa bella mujer) Seguí con mi rumbo hasta llegar a mi casa. Conté lo que me ocurrió a mi amigo Lucho pero éste se burló de mí, nadie me creía. En la noche del sábado fui a buscar a mi sirena, ella no me quiso hablar y desde aquella vez no la he visto más... ha pasado cuatro años y sigo pensando en lo que me pasó y por mi irresponsabilidad perdí a mi chica sensación... no sé si es real lo que me pasó.

Pero despierto y me doy cuenta que vivo en este lugar utópico, mágico, fantástico, cual edén llamado Iquitos cerca del inmenso Amazonas.

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